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jueves, 15 de marzo de 2012

Más allá del fin. (ToraxKai) +16

Si destilara el dolor de mi corazón y éste se convirtiera en agua, seguramente inundaría el planeta entero. Atravesaría la barrera invisible de la atmosfera y tal vez el universo se ahogaría de tanta tristeza.

La vida ya no es la misma de antes, el tiempo corrió sin que yo pudiera hacer algo para impedirlo, simplemente el destino siguió su curso natural, sin apiadarse de mí ni un solo momento, sin preguntarme si yo estaba dispuesto a seguir jugando en esta broma cruel, que es la vida.

Miro por la ventana, tantas veces espere que entraras por ella. Muchas otras, cuando me sentía derrotado y mis piernas temblaban por el miedo a seguir recorriendo este camino en solitario, me sentaba en la orilla de ella, y hablaba contigo. Suspiros involuntarios salen de mis labios, quizá son pequeños sollozos de mi corazón. Saco de mi bolsillo mis tesoros invaluables, una carta tuya y tú fotografía. Observo tu expresión y siento que viajo al pasado en años luz, tu sonrisa y tus ojos achicados por aquel dulce gesto. Y se siente tan real, tan falso a la vez… y en los delirios mentales que tiene mi subconsciente siento que tu sonrisa penetra a través de ese papel fotográfico amarillento y gastado. Siento que me miras, aun después de tanto, siento el toque tierno de tus manos…aun te siento aquí.

Dicen que las personas tenemos un don especial que los otros animales no tienen. Podemos recordar miles de cosas, momentos y risas se almacenan en nuestra mente…pero a veces ese don es sumamente cruel y duele. Pero por más que me queme tu recuerdo…no quiero olvidarte, no quiero perder tus recuerdos, pues es lo único que me queda de ti.

Había exactamente tres recuerdos que nunca podría, no quería, eliminar de su mente y de su corazón. Eran memorias intactas y hermosas. Que lo hacían feliz y lo hacían llorar al mismo tiempo, algo así como la sensación de vértigo, un dolor que se disfruta. Su estómago se hinchaba por las mariposas que revoloteaban en él, y, al mismo tiempo, su corazón se comprimía haciendo que su respiración se hiciese lenta y pesada.

La primera, y sin duda una de las más importantes… Era una tarde, no una común, fue quizá la más importante de su vida. Si pudiera regresar el tiempo no cambiaría ni un instante de ella, ni una imagen o un movimiento. Tal vez solo pediría al destino la oportunidad de video grabar cada segundo, cada movimiento y cada palabra dicha. Aunque, pensándolo bien, no era necesario, lo recordaba a la perfección. Como si el paso del tiempo no hubiera corrido, como si hubiera sido ayer.

Los amaba, realmente eran importantes para él. Sin ellos su vida estaría completamente vacía pero…no por eso dejarían de fastidiarle, y aun después de algunos años, sorprenderle la facilidad que tenían para enfadarlo. Lo irritantes, infantiles e irresponsables que siempre solían ser en los momentos menos oportunos.

Muchas veces cuando veía a Nao, Hiroto, Saga y Shou hacer música maravillosa se preguntaba cómo podían ser tan profesionales y buenos músicos y también unos verdaderos idiotas. Ése era el problema al que se enfrentaba, pero total si no puedes con el enemigo “únetele”.

Suspiró con frustración y terminó de un solo trago el contenido de su bebida. Aplastó el vaso de unicel y lo tiró en el cesto de la basura antes de dirigirse de vuelta a la sala de grabaciones. Abrió la puerta y se encontró con ese escenario que le gustaba tanto como una patada en los bajos: Nao y Hiroto tirados en el sillón jugando con una consola de videojuegos portátil, el menor estaba recargado en el hombro del mayor echándole porras y retorciéndose las manos de la emoción por lo -“Genial que jugaba líder-sama”- según palabras de la pequeña ardilla. Shou y Saga jugaban cartas… “Lo que me faltaba, mas idiotas” pensó el moreno alicio al ver a los otros dos intrusos en la sala.

— ¿Al tigrecito ya se le paso el berrinche? — Preguntó con burla el bajista, ganándose una fiera mirada de parte del “tigrecito”. — ¿Ya podemos ensayar o seguirán perdiendo el tiempo?

— Qué bonita impresión das a nuestros invitados Amano…— Lo reprendió Shou.

— ¡Oh! Perdón Shou-san olvidé que esta es una sala de recreación no una sala de grabaciones. — Dijo con sarcasmo para sentarse en un sillón de una sola plaza color beige. Una risita se le escapó a un castaño con hoyuelos, la cual silenció inmediatamente al ver los ojos del guitarrista puestos en su persona.

— Etto…Yo creo que mejor nos vamos Nee…— Masculló con nerviosismo tirando de la manga del chico de labios extraños que tenía a su lado.

— No te preocupes Kai… solo ignóralo. — Hiroto despegó su vista del entretenido juego para decir aquello, causando un enorme sonrojo en el baterista. No le gustaba causar molestias, y por la cara de fastidio del más alto no podía sentirse más que de sobra en aquel lugar.

Tuvo que pasar una hora y un fuerte regaño del manager para que pudieran ensayar. No es que fuera mal compañero, pero agradecía de vez en cuando esa clase de regaños. Le molestaba que sus compañeros quisieran hacer todo lo que no hicieron en meses (componer canciones, arreglar la música, grabar y perfeccionar pequeños detalles), escasos diez días antes de la fecha límite para entregar el material. Y como eran cuatro contra uno, siempre terminaba igual de presionado que ese cuarteto de irresponsables.

 Pasaraon un par de horas más y su sesión de trabajo terminó. Todos salieron excepto uno, Tora. Se quedó un par de momentos revisando el pedazo de letra que le entregó Shou en la mañana. Había pensado en una melodía perfecta y quería tocarla antes de que se escapara de su mente. Tomó su guitarra empezando a rasgar suavemente sus cuerdas de metal, haciéndolas tintinear al instante, formando una suave y pegajosa melodía.

— Lo siento…— dijo una vocecita haciendo que pegara un brinco y rasgara de manera brusca su guitarra. El baterista de The GazettE se asomaba tímidamente tras la puerta. — Es que no encuentro mi celular…tal vez lo deje aquí.

No hay nada más molesto, que un mocoso que no sabe dónde tiene la cabeza”.

— Pasa…— su voz sonaba bastante molesta.

— Lo siento…— se disculpó al notar el tono de voz que el otro ocupó.

— Deja de disculparte, de todos modos ya me haz interrumpido.

El más bajito comenzó a buscar su teléfono bajo la mesa, donde horas antes había estado jugando baraja, pero no lo encontró. Buscó encima de las sillas y sillones y también debajo de ellos. El guitarrista lo observaba atento, como si fuera una molesta mosca que no deja de volar, zumbando sus alas, moviéndose de un lado a otro.

 Estaba tan concentrado observándolo, con su carita preocupada y un sonrojo en sus mejillas que casi se le sale el corazón cuando el tono de un celular comenzó a sonar. Por inercia se palpó los pantalones, apretando la bolsa de sus vaqueros del lado derecho, sintiendo su caro y tecnológico teléfono, el cual no era el que emitía aquella cancioncilla.

Kai estaba buscando, tal vez por milésima vez, su teléfono debajo de la mesa, cuando sintió que algo le vibraba dentro de su chaqueta, intentó incorporarse pero no lo logró, al contrario solo pudo darse un golpe en la coronilla que lo dejó medio atontado. Tora que lo había observado todo, no supo si tirarse a reír o sentir pena ajena por tan estúpida situación. “Esto no le pasa a cualquiera”. Pensó antes de soltar una sonora y descuidada carcajada. El menor salió a gatas con sus ojitos lagrimeando, el golpe tal vez fue más fuerte de lo que se pensó.

Su celular volvió a sonar estruendosamente, haciéndolo sentir más avergonzado que antes, pues para empezar su teléfono celular casi lo tenía incrustado en la jeta. Decidió no contestar, pues vio el nombre de su jefe parpadeando en la pantalla, como si en esos momentos necesitara pasar por un vergonzoso regaño enfrente del guitarrista. El alicio seguía riéndose sin pudor alguno, mientras el baterista, aun en el suelo, lo observaba atentamente y con los ojos entrecerrados.

— ¿Qué?...— Preguntó el guitarrista cuando por fin cayó en cuenta de la mirada, nada agradable, pero aun tierna del baterista.

— No es tan gracioso…— Comenzó a decirlo de forma normal pero la última palabra casi fue inaudible. Estaba molesto, no con el guitarrista sino consigo mismo por ser tan torpe.

— Si lo es, ponte a pensar ¿A cuántas personas en el mundo les pasaría eso?

No podía rebatir ese argumento, así que lo mejor que se le ocurrió en ese momento, cual crio de cinco años, fue enseñarle su rosada lengua. El moreno más alto solo lo miró con una ceja enarcada. El celular del baterista volvió a sonar, apretó disimuladamente el botón de colgar. Miró con los ojos entrecerrados al guitarrista, esperando a que este se volviera a burlar de él. Tora le mantuvo firme la mirada y una sonrisa socarrona se asomaba en sus hermosos labios. El molesto aparato telefónico volvió a sonar, Kai suspiro y salió de la sala dejando al alicio con esa sonrisa torcida.

“¿Lo recordaras?... el punto exacto, el momento idóneo. El mundo desapareció, y la eternidad de congeló en ese microsegundo. Aún recuerdo tu sonrisa tierna y tus mejillas encendidas. ¿Puedes recordarlo?... porque ese recuerdo se ha quedado prendado a mí, me acosa en sueños, dormido y despierto. Me lo recuerda la brisa fresca, los rayos cálidos del sol y las dulces gotas de lluvia. Recuérdame… me lo prometiste. No lo olvides. No me olvides.”

Después de ese día y de varias caídas, olvidos, tartamudeos y descuidos por parte del The GazettE, e incontables burlas de su parte, habían entablado algo parecido a una amistad. Sus ojos lo buscaban a menudo. Siempre que lo veía, de manera un poco burlona al principio, esperaba que tropezara, que se echara a correr al lugar donde antes estuvo por que algo se le olvido. Pero también esperaba pasar por el pasillo vecino, para verlo tan concentrado y dedicado en su trabajo.

 “Si tan solo fue un poquito, un poquitito menos descuidado…” sacudió su cabeza. ¡Qué clase de pensamientos eran esos!

Definitivamente no fue amor a primera vista, ni a segunda ni a tercera, en realidad, nunca supe en que momento comenzaste a ocupar mis pensamientos, en que fugaz segundo mis ojos te observaban atentos y te buscaban entre la multitud. No sé en qué momento comencé a desear con toda mi alma convertirme en la persona que cuidara de ti. Al final no pude hacerlo, no pude protegerte del destino.

Alguien alguna vez me dijo que: “Una vida puede resumirse en un día”. También los accidentes, no siempre son malos. Entonces, nuestro guitarrista pelinegro resumiría su vida en un accidente.

Lo observaba disimuladamente. Hacía calor en aquel pequeño cuarto donde 10 personas estaban reunidas dándose un pequeño descanso después hacer las pruebas de sonido; aún faltaba el ensayo general, todo para que su presentación del día siguiente fuese un éxito. El niño de hoyuelos buscaba con desespero sus baquetas, tenía su cabello amarrado en una pequeña colita y su fleco caía desordenado en su frente, se veía realmente adorable. Tuvo que sacudir la cabeza para espantar esos pensamientos tan cursis y afeminados.

— Kai… si sigues dando vueltas te patearé el trasero…— Dijo el chico de la bandita. — Ve a la bodega para que te den otro par.

El baterista hizo un puchero, pero asintió sus baquetas probablemente estarían en su casa, en su coche, u olvidadas en cualquier lado. Hiroto, tocaba su guitarra cuando una de las cuerdas se tensó y se rompió. Haciendo saltar a más de uno, no porque la cuerda se haya roto, sino por el gritito que la pequeña ardilla dio cuando la cuerda le pego en un dedo y le hizo un pequeño corte.

— Hiroto, ¡Joder! Gritas como colegiala…— Dijo el guitarrista de piernas sensuales, quien se estaba delineando los ojos y casi se saca uno cuando grito el pequeño.

— Pon vamos a lavarte…— Nao tomó a Hiroto de la mano, antes de salir de la sala…— Amano, ve con Kai a la bodega y trae una nueva cuerda para la guitarra de Hiroto.

 El guitarrista moreno sólo gruñó en señal de asentimiento. Con pereza se levantó y se paró junto a Kai, el cual lo miró desafiante, siempre lo miraba así esperando las típicas bromas del guitarrista. Tora le sonrió burlón.

— Vamos líder antes de que se te olvide a que ibas a la bodega. — Kai le lanzó una mirada llena de reproche, se dio la vuelta y comenzó a caminar, saliendo de la sala y caminando por un largo pasillo.

No anduvieron por mucho tiempo. Kai se detuvo frente a una puerta, Tora lo miró expectante sabía lo que iba pasar: el gazetto comenzó a palparse los bolsillos, buscando las llaves. Abrió y cerró los incontables cierres de su negro pantalón. El guitarrista sonrió y tomó a Kai de la cintura con una mano y la otra la adentraba dentro de la chamarra que traía, sacando unas cinco llaves unidas en una argolla de metal.

Tora no notó el sonrojo que se apoderó del menor. La puerta se abrió y entraron a la pequeña bodega. Donde había escobas, trapeadores, y cajas con utensilios como cuerdas de guitarra y bajo, diferentes tipos de cables, y baquetas que servían como remplazo improvisado para los artistas que trabajaban ahí, pues sería imposible que tuvieran repuestos de todas las marcas y gustos de los siempre exigentes músicos.

El alicio buscó en varias cajitas hasta que encontró la cuerda para la guitarra de Hiroto, también revolvió un cajón hasta encontrar unas pequeñas pinzas para que el menor pudiera cortar la cuerda en la medida exacta. Por su parte, Kai, intentaba alcanzar la caja que contenía las baquetas. El más alto observaba divertido aquella escena donde el baterista daba pequeños saltitos para poder alcanzar dicho contenedor.

— ¿Te ayudo?....— Preguntó después de dejar sufrir al baterista varios minutos, Kai lo miro con recelo. — No es que quiera ayudarte, pero no soporto estar más tiempo contigo.

— Tonto...~— dijo cantarinamente, antes de voltearse y seguir intentando alcanzar la caja.

Tora sonrió de lado y se acercó al baterista para después tomarlo de la cintura levemente y alzarlo. Un sonrojo carmesí cubrió la carita del más bajo, con sus manos temblorosas agarró la caja y se abrazó a ella, como queriendo callar los latidos de su corazón. El más alto lo bajó, pero sin soltarlo de la cintura, se acercó levemente al oído del baterista, oliendo su delicioso perfume…

— Vámonos…— le susurró, haciendo que el otro dejara de respirar por unos segundos.

— Si…

Tora iba por delante, de unas cuantas zancadas llegó a la puerta y giró la perilla pero esta no cedía, era de ese tipo de cerraduras que necesitan necesariamente las llaves para abrir.

— Kai, dame las llaves…— No volteó solo estiro su mano hacia atrás.

— ¿Llaves...?— Llaves…comenzó a recordar todo lo que pasó antes de que entraran. Llaves…Tora lo tomó de la cintura y sacó el manojo de metal. Llaves…se puso nervioso e introdujo las llaves a la chapa. ¡Llaves! Nunca quitó las llaves de la puerta.

— Yutaka dame las llaves. — El guitarrista lo miraba de frente, moviendo sus manos en señal de que se diera prisa.

— ¿Las llaves?...— Estiraba la orilla de su polera azul, evitando a toda costa los ojos amenazadores del tigre.

— Yutaka sé que eres distraído pero no creo que no recuerdes qué diablos es una llave…— Se estaba empezando a desesperar.

— Yo… no tengo las llaves. — dijo en un susurró apenas audible, sin despegar la vista del suelo, todavía no observaba la mirada furiosa del guitarrista y ya tenía miedo.

Tora suspiró y se acercó al baterista, el cual daba un paso hacia atrás en medida que el daba uno hacia adelante, hasta que la pared impidió que esa danza siguiera. El más alto sonrió con malicia y deslizó sus manos desde la cadera de Kai hasta sus muslos, tentando cada uno de los bolsillos, y por qué no también la extensión de las piernas del líder.

— Tora...Pa-para…— Curioso. Su voz pedía aquello, pero su cuerpo no se movía ni un milímetro. El guitarrista sonrió de lado, sus manos se paseaban cerca de las rodillas de Kai y subieron nuevamente posicionándose en las caderas.

— Tienes razón no tienes las llaves…. ¿Están pegadas en la puerta cierto?— Sus rostros estaban muy, muy cerca. El menos solo asintió, intentando en vano alejarse del otro.

— Supongo que nos quedaremos largo rato aquí… ¿Qué harás para entretenerme?

— Yo...— un sonrojo más fuerte se apoderó de él, sus mejillas parecían un par de manzanitas. Una carcajada descomunal lo interrumpió. Tora se alejó de él agarrándose el estómago, recargándose en una pared libre de estantes.

— Debiste ver tu cara Líder-sama.

Kai le lanzó su típica mirada venenosa, según él, pues más bien parecía la rabieta de un niño pequeño. Dejó la caja de baquetas en una estantería y se acercó lentamente al tigre y lo tomó del rostro, el más alto cayó su risa de inmediato. No supo cómo, ni en qué momento. Lo último que sintió fueron los labios del menor besándolo con violencia, sus manos tiraban de su rostro suavemente pero con firmeza; y para sorpresa del mayor, Kai besaba de maravilla.

Tan sorprendido estaba que por unos minutos el ritmo del beso lo marcaba el más bajito. EL guitarrista sonrió en el sin interrumpir el contacto, y tomó con una mano la cadera del menor para acercarlo más a su cuerpo, mientras acariciaba lentamente su espalda. Kai suspiraba entre el beso, sintiendo la lengua de Tora recorrer su húmeda boca.

Los segundos se hicieron largos y cortos a la vez, quizá sea un cliché pero el tiempo…el tiempo no corría, no existía. Por algunos segundos, su cerebro lograba reconectarse a la realidad, a lo lejos recuerdos de una prueba de sonido los invadía pero ninguno de los quería parar. El sabor, para el otro, era algo adictivo. Degustaban ese sabor como si no hubiera una mañana, como si hubieran esperado una eternidad para probarlo. El aire les hacía falta e intentaban llevarlo a sus pulmones separándose apenas milímetros. Sus cuerpos se pegaban cada vez más hasta ser nula la separación entre ellos. Dos pares de manos acariciaban firme y delicadamente el cuerpo ajeno.

Un sonido de llaves se escuchó, dieron un brinco y se separaron.

— ¿Qué estaban haciendo? — Nao abrió la puerta y los miraba con algo de enfado.

— ¿Qué quieres que hagamos encerrados en una bodega? ¿Divertirnos?— Preguntó el guitarrista con ironía, haciendo que el otro alicio achicara los ojos.

— Pues uno nunca sabe, además ¿Por qué no pidieron que los sacaran de aquí?

— Lo intentamos pero nadie nos escuchó. — Kai respondió mientras tomaba un par de baquetas de la caja que anteriormente había cogido del estante.

— Ya veo ¿Y los celulares no existen? — Nao los miró con suspicacia, notando la breve mirada cómplice de los otros dos, y el nunca faltante sonrojo de Kai.

 — Como sea ya tienen que dejar su nido de amor.

Kai posó sus ojos en los de Tora, de reojo, el cual le hizo un gesto con la cabeza para que salieran de ahí. Mientras el más bajo lo seguía, sonrió de lado. No era tan despistado para olvidar que tenía un celular con el cual pedir ayuda.



Muchas veces sus labios se unieron en besos de todo tipo: hambrientos, lujuriosos, tiernos y muchas veces estos se tornaban cariñosos. Los lugares cómplices de sus actos iban desde un pasillo de la compañía hasta debajo de la mesa de la casa de Reita. Pero, aun que el calor y el deseo aumentaban, no llegaron a “tercera base” tan rápido.

“No podría contar con mis dedos todos los besos que nos dimos. Quizá el número de estrellas es muy pequeño comparado con las veces que nuestras lenguas se entrelazaron en una danza de amor disfrazada de pasión. Pero los recuerdo todos, besos iguales y diferentes entre sí. Cada uno más especial que el anterior… besos que extraño tanto.”

Fiesta en casa de Saga, una de la madrugada. Estaba furioso, se encontraba sentado al lado de Shou, el cual parloteaba incoherencias que hacían reír a Ruki y a Uruha, que se encontraban con ellos. Hiroto y Nao… habían desaparecido misteriosamente hace más de una hora. Aoi le daba a Saga parte de su regalo de cumpleaños, se estaban comiendo a besos en un sillón individual.

 Y justo enfrente de él, en el sillón de dos plazas, estaba aquello que tanto le cabreaba. Kai apoyaba su cabeza en el hombro de Reita, sonriendo como estúpido, mientras el rubio le acariciaba el cabello. Entrecerró los ojos y bebió el contenido de su vaso de un solo trago, el alcohol le quemó la garganta tanto como el beso que Reita le robó a Kai.

El castaño oscuro se separó del rubio completamente sonrojado, se puso de pie y fue hacia la cocina. No lo dudó, imitó el movimiento del baterista y fue tras él. Abrió la puerta y volvió a cerrarla poniéndole el seguro. El de los lindos hoyuelos no se percató de su presencia mientras buscaba algo en los cajones. Se acercó a él he hizo que se volteara. Sin muchas ceremonias, comenzó a besarle el cuello dejándole algunas marcas. El más bajo estaba atónito, mientras escalofríos recorrían su cuerpo.

— To-tora espera… ¿Qué haces? — Preguntó el baterista mientras se removía en los brazos de Amano.

— Te marco…— Como si fuera lo más lógico del mundo respondió, para después volver a su tarea de dejar marquitas rojas en ese cuello níveo. Kai apretaba fuerte los ojos, sin poder evitarlo soltaba algunos suspiros.

— ¿Para qué…? — su bloqueo mental desapareció unos segundos, los suficientes para formular esa pregunta.

— ¿No es obvio? — Se separó de el para mirarlo directamente a los ojos y acercar su rostro a unos milímetros del tuyo.

— Que te quede claro Yutaka... No me gusta que se metan con mis cosas.

— ¿Tus cosas? Yo no soy ni una cosa, ni soy tuyo…— aventó un poco el cuerpo del tigre y comenzó a acomodarse las ropas. Tora lo observó con furia, y lo tomó de la mano. Abrió la puerta y salieron de la cocina.

— Nos vamos, llevare a Yutaka a su casa. — Avisó más nadie pareció prestarle atención.

Llegaron al carro del más alto, donde este hizo que el baterista se metiera de una manera no muy delicada. Azotó la puerta y corrió a subirse por la otra puerta, alcanzando a tomar la mano del otro antes de que intentara escapar.

— ¡Tora no es gracioso déjame bajar! — Gritó intentando romper el agarre.

— No Kai…— sonrió gatunamente, en un rápido movimiento se posiciono encima de las caderas del baterista, apoyando la palma de sus manos en el asiento del copiloto.

— No te dejaré bajar hasta que te me prometas que no besaras a alguien más.

— No tienes derecho a pedirme eso… ¡Además! ¿A ti que te importa eso? No somos nada. — un ápice de amargura se escapó en su voz.

— Pues ahora lo somos. Eres mi novio a de ahora en adelante.

— ¡Ja! ¿Quién te dijo que eso es lo que yo quiero?... No seas confiado Amano…— Kai intentaba incorporarse sin ni si quiera un poquito de éxito.

— Tú me lo has dicho…— susurró cerca de sus labios.

— ¿Ah sí? ¿Cuándo te eh dicho algo como eso? — Tenía una ceja enarcada, y sus ojos no podían evitar desviarse a esos carnosos labios.

— Siempre…— Tora rozó su cara con una mano. — Me lo han dicho tu ojos, tus labios… tu corazón.

Kai miro fijamente los ojos de Tora, sus mejillas se tiñeron de rojo levemente, le sonrió con dulzura antes de juntar sus labios en un suave beso. Su tibia lengua recorría su cavidad lentamente, sin prisas. Mientras las manos del batero se adentraban bajo su polera negra, tocando esa piel blanca de seda. El calor aumentaba casi tan rápido como las ansias de unirse, de volverse un solo cuerpo con el único fin de amarse.

En un rápido y difícil movimiento debido al reducido espacio. El gazetto se sentó sobre las piernas del guitarrista, colocando cada una de sus pantorrillas al lado de los muslos del guitarrista. Para después volver a unir sus bocas en un beso desbordante de lujuria y pasión. Kai acariciaba sus brazos, hasta que tomó cada mano del guitarrista entre las suyas para guiarlas hasta su trasero, moviendo al mismo tiempo sus caderas.

Se separó de los jugosos labios del guitarrista para susurrarle, gemirle, al odio “Tigre, tómame.”El poco autocontrol que el guitarrista mostro hasta ese momento, fue desechado cuando al tierno baterista se le ocurrió decir aquello. Cual si fueran palabras mágicas su temperatura se elevó, su respiración se agito y la razón se le nubló. Sus labios comenzaron a devorar el cuello níveo del más bajo, sus manos acariciaban su espalda por debajo de la ropa. Las caderas de ambos se restregaban ente sí, sus erecciones crecían con cada roce, robándoles el aliento, haciéndolos jadear.

El alicio hizo un movimiento rápido con sus largas y hábiles manos, quitó la camisa blanca que le impedía probar más de esa tentadora piel. Lamia y mordía todo a su paso, mientras el otro enterraba sus uñas en su espalda y soltaba algunos placenteros suspiros.

La ropa ya había desaparecido hacia unos minutos, sus cuerpos seguían entrelazados, deseosos de lo que venía a continuación.

— No aguanto Yutaka…— Estaba excitado como nunca. Si por el fuera tomaría ese delicado y hermoso cuerpo sin piedad alguna, hasta llenarle las entrañas con su esencia, pero, debía admitirlo, lo quería…lo quería demasiado como para lastimarlo.

— Hazlo Tora, nhh lléname de ti…

— Te lastimaré…— Apenas pudo decir, esas palabras lo encendían más y de verdad pensó que no era posible más placer.

— No soy una niña…— levantó un poco su cuerpo y lamió la oreja del guitarrista…— Amano…No resistió más.

Tomó su pene acomodándolo en la entrada del baterista, lo agarró de las caderas y lo jaló hacia sí, sentándolo en su miembro arrancándole un exquisito gemido. Kai recargó su cabeza en el hombro de Tora, intentando recuperar la respiración. No recordaba haberse sentido así alguna vez, tanto placer y dolor entremezclado, el sudor cayendo por su frente, su corazón desbocado latiendo más rápido que las manecillas del reloj... Era increíble. Sus caderas se movían contrariamente, haciendo el contacto aún más profundo. El baterista apenas podía respirar, su cuerpo temblaba y la lujuria parecía que le apretujaba los pulmones privándolo de oxígeno.

— Ahhh Aman-no ahhh no creo resis…— no terminó de decir la frase cuando vio luces de colores, una nube blanca y se vino sobre el cuerpo del guitarrista. El cual uso todas sus fuerzas para detener su orgasmo pues el interior de Kai se contrajo reiteradas veces.

— Delicioso…— Tora había llevado una mano a su vientre y ahora lamía sus dedos llenos de semen del baterista, el cual tenía la mirada fija en el rostro del tigre. Instintivamente movió sus caderas.

— Estas ansioso…

El automóvil pronto volvió a inundarse de gemidos y jadeos. No importaba si alguien los veía, o si sus compañeros sospechaban de algo, ese era su momento, y nada ni nadie podrían cambiarlo.

“Fue especial y mágica aquella noche. Pero no por el motivo que muchos pensarían. Claro que me encanto hacerte el amor, ser uno contigo… darme cuenta de que eras especial e indispensable en mi vida. Sin embargo… lo realmente especial de aquella noche, fue el final de aquel acto tan carnal y hermoso que realizamos. Solo dos palabras bastaron para saber que… Por siempre Tu.”

— Mmm… Yuta…ahhh…— Apretó con fuerza el cuerpo que tenía entre sus brazos, lo sentía tan cerca, quería terminar y al mismo tiempo quería retener ese momento y que durara por todos los siglos venideros.

— Dentro…— No podía articular más palabras su orgasmo se lo impido. Arqueó la espalda y expuso su cuello, el cual el guitarrista mordió para acallar el gemido descomunal que salió de su garganta al terminar…

— Nhh Tora… Te amo…

Cayó rendido apoyando su cabeza en el hombro del guitarrista, el cual lo abrazaba protectoramente acariciándole los cabellos. Se quedaron largo rato así, hasta que el más alto comenzó a ponerle la ropa al hombre de la sonrisa bonita. Terminaron de cambiarse sin decir una palabra, Tora se acomodó en el asiento del conductor pero sin poner en marcha el carro.

— Tora… sobre eso último…— comenzó a decir el baterista bastante nervioso. Esas palabras aun no eran aceptadas por su mente, fue su corazón quien las grito.

— No le des vueltas Líder-Sama… también te amo…Kai lo miro con su cabeza ladeada, no dijo nada… solo le regaló una sonrisa, no una cualquiera, sino una sonrisa que solo tenía para Tora…de ahora en adelante.



Tres años después. Seguían juntos… se dice fácil pero realmente no fue así. Muchas veces se dijeron palabras hirientes, se dejaron hablar por meses. Kai corrió a Tora del departamento donde vivían juntos (Kai y su manía de callarse las cosas, haciendo de sus sentimientos –celos hacia Shou- se convirtieran en una bomba de tiempo.) pasaron por inseguridades, distanciamientos ocasionados por largos meses en que no se veían. Pero, también, hicieron el amor en cada rincón de su departamento, en el de Saga, Ruki, Shou, Hiroto....bueno cualquier lugar que diera espacio a sus cuerpos unidos.

 Gozaron de citas románticas, si aunque no lo crean el indomable Tigre alguna vez subió a una rueda de la fortuna, con un algodón de azúcar en mano mientras con la otra sostenía la mano de su Líder-Sama. Sí, cursi y ridículo tal vez pero era capaz de vestirse de oso de peluche para complacer a su niñato olvidadizo — Porque después de eso el baterista lo compensaba mas que bien — o esa era la excusa que ponía cuando no quería aceptar que estaba idiotizado de amor.

Se derrumbó. Frente a sus ojos el mundo comenzó a desquebrajarse. Dolía. Sus ojos no lo soportaban. El nunca lloraba, y ahora montado en esa rueda de la fortuna, sus lágrimas no se detenían, mojaban sus labios y salaban lo dulce en ellos. Era ya de noche, llevaba cinco horas dando vueltas en aquella rueda de metal. ¿Rueda de la fortuna? ¿Qué esperaba? ¿Qué le concediera un deseo? ¿Que esa rueda de metal con luces parpadeantes intercediera por el? Imposible… esas palabras fueron, precisamente, las primeras que salieron de su boca, cuando un señor de bata blanca le informo que los días de la persona que más amaba en el mundo estaban contados.

El doctor respiraba profundo analizando los resultados. Se acomodó los lentes y miró fijamente al guitarrista más alto de Alice Nine.

— ¿Algo salió mal?— Pregunto después de un rato, el doctor no le decía nada, solo lo miraba con… ¿Lástima?

— Lo siento señor Amano pero...— el doctor le entregó un sobre con los resultados de los análisis de Yutaka. Esos análisis que Tora, bajo engaños, Obligó a su novio a realizarse, pues llevaba semanas quejándose de dolor de cabeza.

 — Yutaka tiene leucemia. — Imposible…debe de haber un error… esto no puede ser.

— Lo siento mucho, hicimos el examen tres veces…



Así sin más, el destino que alguna vez los unió cambió de opinión de repente. Sin pedirles permiso, sin saber cuánto daño les causaría decidió que ya no debían estar juntos. Le avisaron que el juego mecánico cerraría. Bajó y se limpió las lágrimas. Manejó lo más despacio que pudo, era extraño quería llegar y no quería llegar. Acordó con el medico que el seria quien le informara a Kai de su estado y definitivamente no lo haría el día de hoy.

Llegó rápido. Ni si quiera recordaba como había llegado a la puerta de su departamento. Dio un suspiro, sus ojos volvían a llenarse de lágrimas, apretó los parpados y pintó una sonrisa, falsa, en su boca. Abrió la puerta encontrándose con una imagen demasiado tierna: Kai estaba acostado en el sillón con sus lentes de trabajo puestos, seguramente esperándolo. Se acercó a paso lento y le quitó los lentes al baterista, acaricio su rostro y le acodo el cabello. Después lo cargó y lo llevó hasta la habitación que compartían. Lo acomodó en la enorme cama y lo tapó con una manta. Se sacó la ropa que traía y quedó únicamente en bóxer, se recostó, poniendo su cuerpo de lado. Observando atentamente cada gesto del más bajo.

— Llegaste…— susurro el baterista más dormido que despierto. — Te amo Tora-shii

— Te amo Yuta…— su voz era realmente baja, el otro se quedó dormido nuevamente.



Él no podía dormir aunque lo intentara. Esa noche fue el inicio de muchas otras poder conciliar el sueño. Quería más que nunca detener el tiempo, frenar el movimiento de la tierra. No podía pensar nada más. Era injusto, era inaceptable, y por mucho que doliese era verdad, una irrefutable y cruel.



Pasaron los días, las horas eran lentas cuando lo veía, y cuando estaban juntos eran más rápidas. Para Kai y para alguien que no lo conocía también todo seguía normal. Sin embargo esto no aplicaba para Tora, él sí notaba el peso que estaba perdiendo el baterista, notaba como cada día estaba más pálido. Su corazón temblaba cuando el niñato con hoyuelos se quejaba de nauseas o dolor de cabeza. No tuvo el valor de decírselo, sufrió en silencio por más de dos semanas.

Yutaka notaba que algo raro pasaba con su pareja. Estaba demasiado cariñoso, los abrazos que le daban no eran comunes, lo tomaba entre sus brazos como si quisiera retenerlo, como si quisiera evitar que alguien se lo arrebatara. Sus besos y la forma de hacerle el amor eran más dulces y delicadas, algo que casi nunca pasaba entre ellos que disfrutaban de sesiones de sexo rudo.

Llegó del trabajo temprano, o más bien se había escapado de él, sabía que Yutaka tenía la tarde libre y eso fue música para sus oídos. Manejó rápidamente y llegó a su casa en unos minutos. Al llegar a su cómodo departamento se encontró con Kai sentando en un sofá. Se acercó a él y comenzó a besarlo lentamente recorriendo con la punta de su lengua el labio inferior, acariciando con sus manos sus mejillas. Algo extraño paso. Los dedos con los que acariciaba las mejillas de Kai, de pronto se humedecieron. Corto aquel tierno beso, abrió los ojos encontrándose con los del Gazetto llenos de lágrimas. Inmediatamente supo que pasaba. Kai lo sabía, no tenía idea de cómo había pasado, pero el castaño obscuro estaba enterado de la situación.

Se mordió los labios para evitar sollozar y abrazo con fuerza al batero. Se quedaron largo tiempo así, unidos en un tierno abrazo. El de GazettE mojaba su camisa con sus lágrimas.



Los días después de eso fueron difíciles. Ambos se escaparon durante una semana de sus labores, después de eso dieron la noticia. The GazettE estaba derrumbado, los alicios compartían esa pena como suya. Los ejecutivos fueron indulgentes con The GazettE, dándoles tiempo libre indefinido, pero eso no paso con Tora. Quien hacia todo lo posible para no salir de casa. Le costaba y le dolía cada segundo que estaban separados.

“Sentía que me trasladaba. A veces, despertaba de un trance y me daba cuenta que estaba en un lugar bastante diferente al que recordaba minutos/horas antes. El único tiempo que contaba para mí era el que pasaba a tu lado. Sonreías como siempre, tu mirada seguía siendo casi la misma, pero tu forma de besarme y tocarme era diferente. Sentías lo mismo que yo, lo sé, querías que el tiempo se detuviera. Que nuestros labios permanecieran unidos hasta el fin del mundo. Ambos pasamos muchas noches en vela, fingiendo dormir. Sé que muchas veces notaste cuando acariciaba tu rostro mientras la noche transcurría demasiado pronto, o cuando durante el día, te observaba en silencio, quizá memorizando cada movimiento de tu cuerpo, queriendo que tu aura se tatuara en este mundo y no desapareciera jamás.”



Estaban en el hospital. Era invierno, hacia frio y la madrugada silenciosa los envolvía por completo. Sus manos se encontraban entrelazadas. El guitarrista estaba sentado a su lado mirándolo con ternura, lidiando con las lágrimas que amenazaban con ser prófugas de sus ojos, impidiéndole hablar.

— No llores Tora-shii…— Su voz sonaba cansada y adolorida. Ni si quiera notó cuando dos gotitas de agua se escaparon de sus ojos. — Es tierno verte así de sumiso pero me gusta más el Tigre salvaje y sexy.

El alicio sonrió y se limpió las lágrimas con los dedos. Kai siempre fue Kai, siguió sonriendo, haciendo bromas. Sus celos intactos así como su instinto de protección hacia aquello que le importaba. Tan dedicado a la música, buen amigo, buen novio. Histérico a veces, y tan tierno cuando se arrepentía de sus actos.

— Te amo Yutaka…— le susurró acariciando sus cabellos.

— Lo sé amor… Yo también y…— tomó aire le costaría demasiado decir esas palabras, y no porque su garganta doliera horrores cuando hablaba. — Y tienes que prometerme que amaras a alguien más.

Tora negó con la cabeza. Estuvo bastante tiempo esperando algo como aquello.— No me pidas eso Yuta.

— Amano… Tu comida es horrible, tienes que conseguir quien cocine por ti. — Tora rio pues muchas veces intento cocinar y aun que su comida fuera mala Kai la comía con gusto. — Y…ti-tienes que conseguir a alguien que te quite los malos hábitos que yo te pegue…— Su voz sonaba entrecortada, sus ojos se llenaron de agua. — Y aunque nadie lograra hacerlo como yo…tienes que conseguir a alguien que te amé  mucho…pero… que no sea Shou.

Rio entre sollozos, aferrando sus dedos a la mano de su novio.

Quiero quedarme contigo
No quiero decir adiós.
Tengo tanto miedo de perder tu amor,
Entiendo, yo nunca podría vivir sin ti,

— Tora…Necesito que me abraces amor…— El mencionado apretó con delicadeza el escuálido brazo de Kai. — Así no… hazlo bien. El guitarrista trepo a la camilla y rodeo con sus brazos el pequeño cuerpo de su novio. El cual se acurrucó en su pecho sonriendo, cerró sus ojos…y nunca los volvió abrir.

El tiempo lloro desde su pequeño corazón,
Se detendrán el tiempo y los sueños
¿Puedes ver las lágrimas en sus ojos?
Cuando el alma salió de su cuerpo
y por lo que está fuera de este tiempo.


Necesito de tu amor
Nunca eh deseado a nadie como a ti.
Tu sonrisa, tu alma. Por favor, solo una vez más
El dolor de perder a un ser querido…
Nunca olvidare como era estar contigo…

El tiempo pasó. Estaban todos reunidos. Apenas habían regresado de aquel lugar donde se dice las almas descansan por toda la eternidad. Llevaba lentes obscuros y sus manos se enterraban en un pedazo de papel. Kai le había hecho jurar que lo leería cuando todo hubiera terminado. Se encerró en su habitación, evitando a toda costa la mirada de los demás. Se sentó en el piso recargando su espalda en la pared y desdoblo aquel pergamino blanco. Reconociendo en seguida esa descuidada letra.

¡Hola!
Espero que no estés llorando nee! Recuerda que lo sumiso no va con los tigres sexis como tú. No sé en donde te encuentres cuando estés leyendo esto, de lo único que puedo estar seguro es que ya habré muerto. Hace unos días te escuche. Acariciabas mi rostro y me dijiste que me seguirías, que no querías esta vida sin mí. Pero yo confió en ti, sé que eres fuerte y podrás superar esta separación. Por qué recuerda… tú fuiste el amor de mi vida, la persona más importante en ella, lamentablemente yo solo seré parte de tu pasado, un capitulo en tu libro. Y tú tienes que encargarte de escribir nuevos.
Quiero que vivas, respires. Que observes todos los amaneceres que yo ya no veré. Enamórate, y ama con locura (a Shou no…sonreíste, ¿Verdad?), sé que escogerás a alguien bueno para que este a tu lado, y aunque muera de celos, lo aceptare.
 Llora cuanto sea necesario, te doy permiso que llores todo este día por mí, pero mañana tienes que sonreír y seguir adelante. Yo te estaré vigilando, y sabes que me doy cuenta de todo.
Gracias por ser el mejor novio del mundo, por ser mi amigo, confidente, maestro. Te amo.
Por siempre Tuyo, Yutaka.

Dejó sus lágrimas fluir, en su rostro se asomó una sonrisa. Releyó aquel pedazo de papel infinitas veces durante ese día. Lloró como nunca, vaciando poco a poco la pena que lo embargaba. Y aun que le costó mucho, después de un tiempo, sintió que todo estaba mejor, nunca tan bien como cuando estuvieron juntos, pero sin duda le era posible vivir.



**



Iba de prisa caminando, la musiquita que daba inicio a sus clases le aceleraba el corazón. Nunca en sus tres años de instituto había llegado tarde. Era de esa especie rara de alumnos que llamamos “Modelo”. Y claro que no había sido irresponsabilidad suya, ¡Quién diría que el neumático del auto de su madre se poncharía en pleno trafico! La campana sonó con más ímpetu, y no le quedó más remedio que correr.

Sin proponérselo, siendo ese día bautizado con el nombre de “El Día de más mala suerte en la corta vida de Amano” choco con un individuo más bajito que él. De todos los más de 500 alumnos de su escuela, tenía que ser él.

— Discúlpate jirafita…— Dijo con una sonrisa socarrona en la boca. Él era Uke Yutaka. El alumno problema, el más mujeriego, tomador, drogadicto quizá, de toda la escuela. Todo un patán.

— Dame permiso, mi clase ya empezó…

— ¡Ah! Es cierto… eres Amano y tienes que irle a chupar los huevos a los profesores. — Él era tranquilo, pero no lo soportó. Su mano se estrelló con la cara del otro. Misteriosamente Uke empezó a reír.

— Pegas como una niña… ¿Besaras como una? No le dio tiempo de reaccionar, y menos de asimilarlo. Sus labios se juntaron como imanes deseosos de contacto. El más alto le mordió el labio con rabia y hecho a correr.



 Veo que no eres una Jirafa sino un tigre” pensó limpiándose la sangre.



El amor nacerá de nuevo.
Siempre se vuelve el dolor más profundo en el interior.
Hasta que te enfrentas a la verdad
Y poco a poco caminas conmigo en forma habitual… de nuevo.





Por qué amores como el nuestro están hechos para vivirlos de 1000 maneras distintas.



FIN~

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