Fics

viernes, 13 de abril de 2012

Si tú te vas...(RukixNao)

Se encontraba recargado en el marco de la puerta, observando como aquel pelirrojo, aquel quién, algún día, fue el amor de su vida, aventaba camisas, pantalones, zapatos a un par de maletas. Sí, era el amor de su vida y su vida, aquella vida que creyó eterna, no había durado más de dos años.


No es que ya no le importara, solo el amor se había terminado dando paso a noches frías y a sexo rutinario. El baterista había intentado de todo para despertar el fuego ardiente dentro de su pareja, sin embargo, sin darse cuenta su propia hoguera había quedado reducida a brazas que a duras penas se mantenían encendidas. De la misma forma, algún tiempo se aferró con dientes y uñas a ese pequeño calor, por que iban a estar juntos siempre, así eran los planes ¿No?


El pelirrojo cerró la primer maleta, estaba exhausto de empacar, pero no tanto como lo estaba de lidiar con los escombros de una relación que hace meses se había derrumbado. Sentía la mirada del pelinegro clavada en su nuca y por un minúsculo instante deseo que hablara, que le diera una razón para que no se fuera, pero aquel anhelo se esfumó tan rápido que apenas fue consciente de haberlo sentido. De todas formas ¿para qué? Todo estaba perdido desde hace tiempo, no tenía caso seguir aferrándose a cosas irremediables e imposibles. ¿Cuántas veces habían prometido que sería distinto? Demasiadas, tanto que llevaban más de cuatro meses inmersos en una relación “distinta” pero no por ello mejor.


Cuando se acaba se acaba ¿Cierto? Sacó del armario cada una de sus cosas, poniéndose cada vez más nervioso. El final, el verdadero, estaba a segundos de suceder, la última maleta cerrada sería el comienzo del fin. ¿Qué diría? ¿Qué le dices a la persona que mas amaste cuando todo termina? ¿Qué le dices para aliviar ese dolorcito impertinente que se instaló en sus pechos? ¿Un último beso? ¿Un abrazo para romper los lazos que los atan? No, claro que no. Un simple adiós basta…debería de bastar.


Nao se dio cuenta de que no era tan fácil ser espectador y protagonista al mismo tiempo, dejó su posición y se sentó en el suave sillón de su sala… prendió el televisor y puso una película para intentar verla. Sin embargo, podía escuchar los suaves pasos de su ex pareja por la habitación, seguramente atento a que ninguna de sus pertenencias quedara olvidada. Podría escuchar los latidos de su corazón propio, lentos casi dolientes, por que, a pesar de todo, aun parecía doler algo. Aun parecía que había algo de lo que fue… y quizás ya no era.


¿Y si olvidas tu corazón, lo dejas conmigo y yo te lo cuido?


Un escalofrió le recorrió la espalda cuando escuchó esos pasos acercarse a la puerta, cerró sus ojos un momento y los abrió mirando atentamente la televisión, como si nunca hubiese estado pendiente de las acciones del otro; sin embargo los pasos del otro que se escuchaban tan próximos lo aturdían, de repente lo hacían sentir indefenso e inseguro de sus decisiones, de lo que de verdad sentía.


Takanori salió de su recamara, con una maleta en cada brazo, caminando con dificultad y bastante despacio. Llegó hasta la puerta y dejó las maletas a un costado; repasó con la mirada todo lo que estaba al alcance del umbral de su visión, no quería olvidar nada, por que no quería tener que regresar…tenía miedo de hacerlo, de volver y no quererse ir, aun que claro…nunca lo admitiría, mucho menos en voz alta.


Sus ojos se detuvieron en la figura del mayor, que se encontraba mirando fijamente la televisión; rio internamente, sabía de sobra que a Naoyuki Murai odiaba ver los noticieros y verlo ahí fingiendo que nada importaba…sacudió la cabeza, no era el momento para pensar en las ganas de abrazarlo que de repente le entraron, era el momento menos indicado para ponerse a pensar que nunca volvería a tener ese cuerpo bajo el suyo, empapado en sudor y esos labios abierto dejando escapar insinuantes gemidos. No, no era el momento para ello.


Quiso abrir la boca para despedirse lo antes posible, antes de que las cenizas de aquel amor se removieran en su interior, antes de que, quizá solo quizá, se diera cuenta de que todo aquello era un error. Su garganta se encontraba seca, además no tenía un discurso adecuado, era tan poca cosa decir solo un “Nos vemos” y le era totalmente inadmisible decir un “no quiero irme” que ambas frases se quedaban atoradas en su garganta.


Nao se dio cuenta de que el otro lo miraba fijamente, reconoció esa mirada confundida y su terco corazón se aceleró un poco, latiendo expectante por alguna, ultima, reconciliación. Sus miradas se conectaron y ambos temblaron por ello, y las palabras se hicieron aun más difíciles de ser exclamadas.


— ¿T-Terminas de empacar?—Nao cambió de canal, mirando de reojo a su expareja.


— S-sí, creo si algo se me olvida…


— Puedo llevártelo al trabajo, claro…si quieres…


— No te molestes, puedo venir un día.


Nao asintió distraídamente, sin saber que mas decir, alargando el tiempo de la despedida con su silencio. Ruki se estrujó las manos, más nervioso que antes, meciendo sus pies un poco, mirando hacía un costado.

— Bien, creo que…creo que ya me voy…—Masculló después de un rato. — Supongo que nos veremos en la compañía.


— H-hai… nos veremos ahí.


— O.k. nos vemos Nao-sh… Naoyuki…


Takanori estuvo a punto de acercarse a la puerta y abrirla, pero se quedó a medio proceso, casi se le olvidaba. Repasó nuevamente con su mirada aquel departamento, hasta localizar lo que buscaba. Aquello, se encontraba hecho bolita en el sillón de dos piezas que se hallaba desocupado. Se acercó al sillón y el baterista pudo oler aquel perfume que tan bien conocía y por una milésima de segundo quiso sentirse envuelto por ese aroma, que lo abrazara por una eternidad mas larga, aquel encanto duró menos de un segundo…


— ¡¿Qué haces?!—Preguntó poniéndose de pie, mirando fijamente a Takanori, el cual alzó una ceja y lo miró sin comprender.


— Vine por mi perro… ¿No es obvio?


— Déjame corregir, ¿Qué haces con mi perro?— Volvió a cuestionar, mirando atentamente aquel pequeño perro que el menor sostenía entre sus brazos.


— ¿Tú perro? Yo no veo aquí a ningún perro que sea tuyo. — Exclamó aun confundido, mientras su mano se paseaba por la cabeza del canino.


— Mi perro, ese que estas cargando…— El menor enarcó una ceja y lo miró confundido.


— Koron es mío, tú me lo regalaste. ¿no lo recuerdas?


— Claro que lo recuerdo, yo te lo regale en tu cumpleaños 29. Pero eso no quiere decir que sea tu perro.


El vocalista lo miró confundido, pegando inconscientemente el cuerpo del animal al suyo, como queriendo protegerlo e impedir que se lo arrebataran. Nao lo miraba desafiante y con sus ojitos achicados se acercó un poco al vocalista y este retrocedió de inmediato.


— ¿Qué pretendes Murai?


— Nada, solo quiero que dejes al perro en donde estaba.


— No pienso dejarte a Koron, ¡el perro que tú mismo me regalaste!—Exclamó el vocalista, después soltó un bufido y acarició a su adorable mascota.


— Ese perro es mas mio que tuyo. ¡Tú ni lo cuidas Takanori!


Ruki lo miró molesto, ideando rápidamente una respuesta a aquello; Nao tenía razón, él casi nunca se ocupaba del pobre animal, quién lo sacaba a pasear, le daba de comer y lo aseaba no era otro que su adora…que Naoyuki.


— No puedes quitarme algo que tu me regalaste…— Su voz sonó más molesta de lo que pretendía, pero no quería perder a su perro también. — Me pertenece, ambos lo sabemos.


Tú me regalaste tu corazón y luego me lo quitaste­, pensó Nao con amargura. Desvió la mirada derrotado; sin embargo no, no dejaría que se quedara con Koron, bastante había sufrido por él. Por qué sí, Ruki era el dueño legítimo, pero él estuvo durante días dándole medicina cada hora cuando se enfermó, él fue quién tuvo que educarlo para que hiciera sus necesidades fuera y no en la casa. Y, dejando de lado todo eso, el animalito fue quién estuvo a su lado, quién lo vio llorar y dulcemente movía su colita como para consolarlo. Definitivamente no perdería, también, a su mejor amigo.


— Sé que yo te lo regalé pero Koron-chan es más mio que tuyo, lo sabes.


— Yo lo único que sé es que en la placa dice mi nombre….—Sonrió triunfal el vocalista mientras jugueteaba con la placa de metal que el perrito traía puesta.


— Si te lo llevas se va a morir de hambre, ni si quiera puedes cuidarte tú y pretendes cuidar a un animal.


Dio en el punto, Ruki entrecerró los ojos y movió suavemente sus labios, articulando argumentos incongruentes y sin sentido, que solo pudo escuchar él mismo. La verdad es que sí, no conocía el orden en su vida hasta que aquel hombre con delirios de Peter Pan se inmiscuyo en sus días hasta hacerse indispensable. Es más ¿Cómo sería vivir solo después de tantos años? De pronto sintió miedo de salir del departamento y comenzar a vivir solo, sin él.


Era verdad que desde hace meses parecían dos extraños pero…aun así. Se acostumbró a ver sus pelirrojos cabellos por la mañana, a un desayuno agradable, y una que otra vez a únicamente un plato de ese cereal que lo ponía de malas. También, era algo natural para el vocalista tropezar con envoltorios de dulces, encontrados hasta en los lugares más recónditos e inusuales como aquella vez en su libreta de canciones. Su inconsciente le hacía saber sutilmente que no podría vivir sin aquellos cuidados y mimos que siempre obtenía cuando estaba enfermo o simplemente lo fingía para obtenerlos. ¿Cómo…cómo sería vivir sin su risa infantil de ahora en adelante? Le dio miedo saberlo y más aún aceptar que no tenía ni puta idea.


Sus ojos se llenaron de lágrimas, acarició la cabeza del animalito que mordisqueaba el botón de su camisa gris. Suspiró e intento decir algo inteligente, algo que no dejara ver su debilidad. De sobra sabía que aquella batalla la tenía perdida, Naoyuki siempre ganaba las peleas, más aún las, aparentemente, tontas como aquella.


— Es mi perro Nao…—Susurró, apretando al canino contra su pecho.


— Eres su duelo legal, pero estoy seguro de que me prefiere a mí…—Dijo aquello con orgullo, inclinándose un poco.


— ¡No! Es mi perro, soy su dueño y sé que me elegirá.


— Eso podemos probarlo…— EL baterista dio un par de zancadas, sentándose en el extremo de la alfombra negra que adornaba la sala, se sentó en el suelo. — Deja a Koron en medio de la alfombra y siéntate en el extremo, el elegirá con quien se queda, no vale hablarle.


Brillante, fue lo que pensó el vocalista cuando de mala gana dejó al perro en medio y se apresuró a sentarse. Se admiró de la inteligencia de su ex y se sintió infeliz a saberse perdedor. El perro siempre prefería a Nao, por qué este tenía siempre aluna golosina para darle, o mínimo una caricia.


Ambos miraban al canino, totalmente concentrados como si pudieran invocarlo con la mente. El perrito por su parte se encontraba muy entretenido restregando su rostro por la alfombra, arañándola con sus patas delanteras y moviendo la colita alegremente, totalmente ajeno a la separación de sus “padres” y a la pelea de miradas por su custodia.


Pasaron los minutos, casi una hora, el canino se encontraba, aún en medio de la alfombra, lamiéndose las patas con calma. Sin que el otro lo notara, ambos cuerpos se habían recorrido un par, por no decir bastantes, centímetros al centro. Ruki suspiró y decidió recostarse, estar sentado de nalgas casi directamente en el piso no era muy cómodo.


El tiempo siguió corriendo, casi dos horas sin ningún avance, solo quizás que Koron se encontraba dormido patas para arriba, otros centímetros más se redujeron y cada vez estaban más cerca del perro; la barriga de Nao hacia ruidos anunciando su hambre, no había desayunado y ni probado alguno de sus dulces favoritos en largo tiempo, moría de hambre.


Ambos se tensaron cuando el canino despertó de su siesta, se puso de pie, se estiró y como burlándose de ellos, los miró fijamente, para después darles la espalda e ir a ingerir sus alimentos. Takanori suspiró claramente frustrado por el aburrimiento, de pronto en su rostro se dibujó una sonrisa, se tanteó sus vaqueros y sacó su celular de última generación. Nao hizo una mueca, él no tenía con que entretenerse y le era difícil disimular su hambre.


El perro regresó a la sala, satisfecho y caminando animadamente. Terminó por tumbarse bajo la mesa de centro. Nao lo miró con suplica, de verdad quería comer algo.


— ¿Quieres que te lo deje?—Preguntó Ruki como si nada, agitando su celular. — Aún tengo ese juego de diamantes que te gusta…


Nao lo miró agradecido y se estiró un poco, estaban ya tan cerca uno del otro que no les era difícil tocarse si estiraban sus brazos y sus piernas estaban a centímetros de rozarse. Nao tomó el celular y comenzó a jugar, haciendo esa carita de concentración que tanto le gustaba al vocalista, frunciendo el ceño cuando perdía y maldecía por lo bajo.


El baterista ponía todo su esfuerzo para pasar aquel nivel que tanto trabajo le costaba, estaba tan concentrado que pego un brinco descomunal cuando un golpe fuerte se escuchó en el techo, seguramente los vecinos habían dejado caer algo pesado. Cuando Nao brincó el teléfono saltó de sus manos, cayendo en medio de ellos.


Sus manos se tocaron cuando ambos quisieron tomar el teléfono celular, se miraron a los ojos, sus rostros estaban demasiado cerca. Se quedaron quietos en esa posición, nerviosos de verse tan cerca, con mariposas casi muertas revoloteándoles en el estómago. Ruki bajó un poco la vista y se topó con esos labios rosas, levemente abiertos, tan ricos, tan dulces… No pudo más, al diablo todo.


Nao supo como pero se encontró recostado en la alfombra, correspondiendo el hambriento beso que su ¿Ex? Le daba. Con sus piernas rodeó esa cadera que muchas veces, como ahora, tuvo entre sus piernas. El corazón del vocalista latía, sintiéndose de pronto más liviano, al igual que su mente que no se concentraba más que en marcar ese delicioso cuello, perdido también en los leves suspiros que escapaban de la boca de Nao.


Ruki se separó, quedando recargado en sus rodillas, mirándolo lujurioso pero también con ternura. Con dedicación comenzó acariciar sus costados, levantándole un poco la playera.


— ¡Bájate, aprovechado!— Bramó el vocalista cuando vio como el canino se subía sobre el estomago de Nao. — Vete para allá…


Nao, sonrió con dulzura y también se hinco, apartando al perro de su cuerpo. Sonrieron cómplices antes de que el baterista se abalanzara a besar esos labios acolchonados, antes de que hicieran nuevamente el amor.


No cabía duda de que no, no todo había terminado. Aún había algo, amor o solo quizás eran incapaces de partir al perro por la mitad.


Y dime quien se queda con los restos de este amor
Si tú te vas y yo me voy, si tú te vas...
Si tú te vas y yo me voy, ¿con quién se queda el perro?

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