Fics

jueves, 26 de enero de 2012

Atardecer. (Kai&Reita)

Intenté alejarme caminando
sin llevarme nada.
El haberte conocido aquel día
sigue siendo un tesoro para mí.

No podía guardárselo más tiempo, de hecho tiempo era algo que ya no tenía. Sus ojos se llenaron de lágrimas y de repente quiso frenar el transcurso del reloj, pero lo único que fue capaz de hacer, fue mirar con detenimiento esa linda boca, que se movía a causa de que su dueño hablaba de algo relacionado con un instrumento en específico: percusiones.

    ¿Sucede algo? Estas demasiado callado y parece que no me pones atención…—Exclamó algo molesto, haciendo un mohín con sus labios.

    Claro que te pongo atención, me hablabas de la batería negra de la tienda que está en el centro…—El otro pareció contentarse con esa respuesta y siguió hablando como si no hubiese existido interrupción alguna en su discurso sobre la flamante, y bastante costosa, batería.

Quiso reírse. Sí claro no le ponía atención, si llevaba más de seis meses siendo el centro de su universo, si su vida se encontraba girando en torno a ese pelinegro, a su sonrisa, a sus ojos, a su cuerpo esbelto… a todo él, a cada átomo que conformaba a Uke Yutaka.

Subieron la colina que daba al rio, ese era como su lugar especial desde que se conocieron, hace ya más de  cinco años. Ahí se sentaban a componer música, a veces Akira llevaba su bajo mientras Yutaka hacia ritmo sobre sus piernas. ¿Cuántos sueños habían construido en aquel lugar? Muchos, muchísimos, algunos sobre música y ser reconocidos mundialmente…juntos. Otros, sobre salir de aquel pequeño poblado e ir a la enorme capital, donde comprarían todas esas cosas raras que a ambos le gustaban, donde vivirían en un departamento hermoso, en la punta de un edificio. Donde nunca más tuvieran que ver a las mismas personas, donde cada día sería diferente.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas, no tenía valor para decirle que ahora, él iría allá sin él. No es que lo quisiera así, simplemente los padres hacen cosas egoístas sin preguntar, por qué un crio de 16 años no puede decidir por sí mismo. Llegaron a la orilla del rio y se sentaron en una roca lisa.

    Yuta-chan…—lo llamó de repente, después de un prolongado silencio.

    Mande Rei-chan…—Respondió feliz de que su amigo rompiera ese ambiente extraño que se había formado, no es que no le gustara pero sabía que algo raro pasaba.

    Tú… ¿Te has enamorado?— El menor abrió los ojos. Nunca había tocado ese tema. Para ellos solo existía la música y todos los planes que hacían cada día.

    Yo… pues no...—Dijo, mientras posaba los ojos en el rubio, mirándolo de forma curiosa. — ¡No me digas que estás enamorado Rei-chan!

    Pues no sé si sea amor…—Respondió el rubio ruborizándose, sintiendo como su corazón le advertía que era el momento, debía de decírselo, tenía que hacerlo. —Pera esa persona lo es todo para mí, no dejo de pensar en su rostro y mi mayor deseo es… probar sus labios.

El castaño obscuro se quedó pensando un momento, no se imaginaba que su amigo estuviera tan enamorado, ese Akira que había visto pasar de coches de juguetes a tintes de rubios diversos, ahora estaba enamorado ¡Vaya noticia!

    Pues róbale un beso Rei-chan, lo peor que puede pasar es que te de una cachetada…

....<< o perder su amistad claro>> pensó el rubio, sin embargo ¿Qué amistad iba a perder? Si inevitablemente, el día de mañana se subiría a un camión de mudanzas y lo perdería todo, al menos aquello que él consideraba como un todo.

    Pues no Yutaka, me temo que podría partirme la cara y el cuerpo entero si se lo propusiera...

    Deberías intentarlo

    ¿Tú no te enojarías si te robaran un beso?— el pelinegro volvió su mirada al agua del rio, Akira notó como sus mejillas adquirían un delicado color rosado.

    Supongo que… depende de quién fuera, si esa persona me atrajera haría que pagara por ese beso robado…— El bajista lo miró sin comprender, lo cual notó el pelinegro porque enseguida añadió: — Haría que sus labios me devolvieran mi beso.

Si hubiese podido hablarte como siempre
quizás hubiese sido más sencillo sonreír.
Si consigo verte de nuevo algún día
espero ser capaz de hablarte del mismo modo en que solía hacerlo.



**

Iban caminando de regreso a casa, la anterior plática había quedado hasta ese punto, lo demás eran solo temas triviales que el rubio escuchó a duras penas, pues estaba decidido a memorizarse – como si hiciese falta –cada rasgo de su cara: la forma en la que sonreía, como se marcaba dos pequeños agujeritos que lo hacían adorable, como sus cejas se unían casi formando una sola cuando hablaba de algo que le desagrada, la forma en la que sus ojos se iluminaban cuando hablaba de sus sueños; Akira podía jurar que el pelinegro veía flotar en el aire imágenes, en formas de nubes, sobre lo que les deparaba el destino.

Llegaron a la calle donde debían despedirse, el sol estaba a punto de esconderse, así como tantos recuerdos, y el rubio estaba convencido de que estos últimos saldrían con cada puesta de sol y se volverían insoportables en el crepúsculo, ya nunca más podría decir un << ¡Nos vemos mañana Yuta-chan, intenta no morir en el camino a casa! >>.

    Nos vemos mañana en la escuela entonces…—Se despidió el castaño obscuro, dirigiendo sus pasos hacia la calle que conducía a su casa. Por un instante el rubio se quedó mudo debido a tantas palabras y dolor atorado en la garganta.

    Claro Yuta, solo intenta que así sea y llega a salvo a casa…

El otro sonrió e hizo un gesto de despedida con la mano, Akira simplemente se quedó parado observando cómo se alejaba. Sin pensarlo ni un segundo corrió, tomó la mano del otro y en un hábil movimiento quedaron de frente. Sus miradas quedaron conectadas, para después unirse en un beso, mejor dicho Akira topó sus labios con los de Yutaka.

Un beso, un tierno beso que no duró mucho, ni poco…solo fue perfecto.

Escondí mi cara durante el crespúsculo
porque no quería que la vieras.
ya  que derramaba pequeñas lágrimas y eso no va conmigo.
Deje ir tu mano con cuidado.

Después,  las piernas y lágrimas de Akira corrieron desenfrenadas, para, quizás, nunca volver.

**

Estaba sentado en la banqueta, sus lágrimas no podía detener así como los espasmos que lo azotaban. No podía creer que todo, absolutamente todo se haya perdido…sin dejar rastro.

Llevaba más de dos noches sin poder dormir, es verdad que todo aquello había resultado vergonzoso y que tuvo que pellizcarse más de una vez para convencerse de que aquel beso no fue ocasionado por algún castillo en el aire, de esos que le era fácil de construir.

Llegó al colegio el lunes por la mañana, muerto de vergüenza y nervios, esperando que su amigo entrara por aquella puerta y se sentara a su lado. Había utilizado las horas demás que el insomnio le brindó pensando en lo que haría cuando lo viera: había planeado saludarlo con naturalidad, actuando como si nada hubiera pasado, cosa bastante difícil cuando ese nada era un beso y no un beso cualquiera un beso en la boca, su primer beso, con su mejor amigo…que era tan hombre como él.

Sin embargo sus planes valieron para nada pues muchas personas entraron y salieron de esa puerta, menos la que le interesaba ver.

Pasaron los días, una semana y media para ser exactos. No había rastros de él, su teléfono estaba suspenso al igual que su número  de celular. El sentimiento de preocupación que se instaló en su pecho no lo dejaba respirar, ¿Y si estaba enfermo? ¿Si algo había ocurrido y él no lo sabía? Y ¿si no lo volvía a ver nunca?

El día 15, cuando salió de la escuela, pidió prestada la bicicleta de su amigo Takashima, y pedaleó lo más rápido que pudo, llegó al conjunto de edificios donde vivía su mejor amigo, aventó la bicicleta en la entrada del edificio y corrió escaleras arriba, hasta llegar al cuarto piso, departamento C. Insistió por bastante rato, sabía que nunca estaba nadie en casa de Akira pues sus papás trabajaban todo el día.

Decidió sentarse a esperar, recargando su espalda en la puerta. Akira tenía que llegar, tenía que estar en algún lado, no podía haberse ido sin despedirse, además tenían un asunto pendiente, algo que arreglar…mensaje

    ¿A quién buscas pequeño?—Preguntó la amable ancianita del compartimiento B.

     A Akira… Akira Suzuki…—Respondió con voz baja, mirando detenidamente a la anciana, la cual embozó una amable sonrisa.

    Lo siento cariño pero los Suzuki se mudaron hace más de quince días, la señora me comentó alguna vez que se irían a Tokio…

A Tokio…  a  ese lugar, donde se supone, ambos habían planeado huir. Sin saber cómo salió del edificio, caminó, olvidándose por completo de la bicicleta de su amigo; estaba algo obscuro y los pies le dolían, decidió sentarse en una banqueta… con una única pregunta rondándole la cabeza ¿Por qué?

Si hubiese podido decirte adiós
seguramente te hubiese olvidado con más facilidad ¿verdad?
Si consigo verte algún día
espero ser capaz de darte las gracias.

**

Puedo oír tu risa desde esa de oro
hace ecos por todos lados
La pequeñas lagrimas que derramé eran paticas
que actué horrible a posta.



Había pasado bastante tiempo, muchos amaneceres habían muerto y miles de noches habían nacido de la nostalgia, sin embargo el amor… el amor que le tenía, ese dulce recuerdo de su sonrisa lo seguía a todas partes; aún ahora que estaba a unos cuantos pasos de convertirse en un músico famoso, aún después del dolor que sintió cuando lo traicionó.

Entró a la sala, esperando encontrar a los holgazanes de sus amigos adentro. Solo habían llegado dos, un pelirrojo bajito apodado Ruki y un castaño conocido como Uruha.

    ¿Aún no llegan?

    Buenos días Aki-chan…—Dijo el castaño mirándolo con reproche. —Amanecí bien, gracias por preguntar.

    Buenos días Ruki, buenos días Uruha ¿Contentos?—Los otros dos comenzaron a reír, el más bajo le lanzó un cojín al de la bandita que le dio directo en la cara.

    Eso me gano por saludarlos de buena manera. —Rezongó Reita al tiempo que se dejaba caer en una silla.

Pasaron los minutos, mientras los tres se miraban entre aburridos y curiosos. El otro guitarrista de la banda, Aoi, les presentaría a su nuevo baterista, que según palabras del propio pelinegro, era todo un dios de los tambores. Hubo ruidos de pasos y de llaves y la puerta se abrió.

    Perdonen la demora, el tráfico es horrendo…—Se quejó el pelinegro mientras le daba paso a su acompañante.

El rubio dejo la tarea que había empezado minutos antes, jugar con un envoltorio de papel, y fijó su vista en el nuevo. Decir que su corazón casi sale de su pecho, sería muy poco para describir lo que sintió. Esa boca, ese cuerpo, esos ojos…No podía ser posible.



    Él es el baterista del que les hablé, se llama Yutaka y de verdad es estupendo.

    Mucho gusto, soy Takanori Matsumoto…—Dijo Ruki y de ahí le siguieron los demás cuando llego su turno de presentarse, la garganta se le secó, miró hacia otro lado, queriendo desaparecer del lugar.

    Reita, puedes decirme Reita…—Habló por fin, no quiso decir su nombre real, por que no sabía que era lo que sentía. Sí quería ser reconocido o no. Si quería huir o abrazarlo fuerte.



Pasaron dos horas, tiempo que tuvo que usar todas sus fuerzas para que los nervios, la felicidad, el miedo, la angustia y todo lo demás que se expandía en su pecho, pasara desapercibido para el resto. Hablando prácticamente, el tiempo lo emplearon para hacerle una prueba, o en realidad la hizo el menor del grupo pues era el único que tenía, mínimo, una idea de como se debía tocar una batería.

Al final de la jornada, aceptaron de buen gusto a Yutaka, ahora apodado Kai. Uno a uno se fueron retirando, quedando solamente el bajista. Que quería, y a la vez no, alargar el tiempo que pudiera verlo, quería convencerse de que no era un sueño, que estaba ahí y lo vería por siempre.

Acomodo su bajo dentro de su funda, la cerró y sintió como alguien le tocaba la espalda. Pensó que era Shima pues solían irse juntos.

    Ya voy Pato…

Se dio la vuelta y sintió unos labios devorando los suyos. No cabía duda de quien era el dueño, así que se relajó y se dejó llevar por las sensaciones que ahora lo recorrían.

    Me lo debes…—Susurró Kai, para después volver a desaparecer por la puerta de la sala.





Si hubiese podido decirte no me olvides
hubiese sido capaz de creer en lo que fuese
solo quiero ser un poquito más fuerte
para así poder ser más sincero conmigo mismo.



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